Osvaldo Rodríguez
"Fue estudiante de arquitectura en la Universidad de Chile en su sede Valparaíso (desde donde surge la Universidad de Valparaíso). Su trabajo más destacado es la proyección que hace sobre la bahía de Valparaíso de la Casa Transparente, de su habitante y de sus sueños. Así describe el propio Gitano esta proyección: En enero de 1981 frente a una ventana que se abría al valle del Río Berounka, afluente del Voltava, en las cercanías de Praga, bajo la nieve, escribí una carta dirigida al corazón de mi amigo el arquitecto Carlos Martínez Corvella. Ese fue el inicio de la búsqueda que me llevó a descubrir la existencia de la Casa Transparente y luego del ser que la habitaba.
La carta terminaba con un dibujo del perfil de Valparaíso, no visto desde Reñaca hacia el sur, ni desde el codo del Molo de Abrigo hacia el norte. Ni siquiera desde un supuesto buque, velero, bote a remo, chalupa, falucho o lanchón desde el centro de la bahía, más bien era una visión a vuelo de gaviota.
Me di cuenta que era una visión desde fuera, desde la distancia en la cual yo me encontraba, desde el otro lado del espejo, como aquella otra visión asombrosa que tuve una noche al asomarme a un balcón en las colinas de Niza, cuando esperaba Valparaíso al revés. Lo estuve observando hasta que palideció en la madrugada y el sol salió desde el mar, es decir, por el lado equivocado.
Comencé, pues, a dibujarlo así, proyectando sobre la concavidad de la bahía una serie de recuerdos que llevaba retratados en la memoria.
Hasta que un día me atreví con el dibujo original, el de la infancia o la adolescencia, o más tarde los primeros bocetos de Bellas Artes o Arquitectura: el intento vano de retratar la ciudad irretratable.
Fue entonces que desapareció la mar. Recordé que en un libro de García Márquez, un tirano se la vende al enemigo y éste se la lleva y me pregunté qué sucedería si trazase la unión de los puntos que configuran los muelles abandonados en la profundidad del olvido. Fue así que descubrí la existencia de la Casa Transparente.
Ha sido en vano intentar encontrar su orientación, gira en torno al eje de mi propia vida y es móvil como mi interminable itinerario: me acompaña y es capaz de acoger los sueños de su habitante, como los míos propios.
Santiago, en casa de Max Berrú, Otoño de 1989.